Muchas veces he…

Muchas veces he advertido que tendemos a atribuir a nuestros amigos una estabilidad similar a la que adquieren en la mente del lector los caracteres literarios. Aunque abramos el Rey Lear montones de veces, nunca encontraremos al buen rey arrojando su escudilla en violenta rebeldía, olvidados todos los pesares, en una alegre reunión con sus tres hijas y sus perros falderos. […] Sean cuales fueren las evoluciones por las que tal o cual personaje popular ha pasado entre las tapas de un libro, su destino está fijado en nuestra mente y, de manera similar, esperamos que nuestros amigos se ajusten a tal o cual molde convencional que hemos acuñado para ellos. Así X nunca compondrá la música inmortal que no armonizaría con las sinfonías de segundo orden a que nos ha habituado. Y nunca cometerá un asesinato. En ninguna circunstancia Z nos traicionará. Lo hemos dispuesto todo en nuestra mente, y cuanto menos vemos a una persona determinada, es tanto más satisfactorio comprobar la obediencia con que se ajusta a nuestra noción de él cada vez que nos llegan noticias suyas. Cualquier desviación del destino que hemos ordenado nos impresionará no sólo por anómala, sino también por su falta de ética. Preferiríamos no haber conocido a nuestro vecino, el vendedor jubilado de salsichas calientes, si un día publica el libro de poesía más importante de su tiempo.

Extracto de Lolita, de Vladimir Nabokov.

 

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